lunes, 17 de noviembre de 2008

LOS GOLES DE LA SOSPECHA


El mundial fue una bisagra en la historia del fútbol argentino. "Gracias a Menotti se cambió la mentalidad en el trabajo de la Selección. Por primera vez se trabajó con jugadores del interior del país. Y a partir de Menotti los contratos de los entrenadores nacionales nunca más duraron menos de cuatro años", dice Ardiles. Aquella selección, además, destrozó el mito de la superioridad física de los europeos. Y jugó todos los últimos partidos de la Copa casi con cuatro delanteros netos (Kempes, Bertoni, Luque y Ortiz o Houseman). A la preparación física y el sentido colectivo (supuesto patrimonio de los europeos), el equipo de Menotti sumó habilidad y audacia y, tras superar un inicio de nervios e irregularidad, terminó siendo merecido campeón. Pero la conquista, inevitable, parece destinada a convivir con las sospechas de las trampas de una dictadura militar que soñó montar su proyecto político a partir de una pelota de fútbol, creyendo que la fiesta de River podía ser eterna.

Las dos primeras y ajustadas victorias de 2-1 ante Hungría y Francia y la derrota 0-1 con Italia obligaron a la inesperada mudanza a Rosario. Allí, la segunda rueda comenzó con un triunfo 2-0 ante Polonia, cuya legitimidad fue cuestionada muchos años después por el propio DT rival, Jacek Gmoch, quien denunció un "arreglo", sin otras precisiones. La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a la célebre goleada de 6-0 a Perú, que permitió eliminar a Brasil por diferencia de gol y clasificar a la final contra Holanda. "Yo digo que ese partido no fue normal, que fue raro", insiste Juan Carlos Oblitas, integrante de aquella formación y DT de la actual selección peruana. "Dominamos al comienzo y hasta el segundo gol argentino el partido fue parejo, pero después nos quedamos inexplicablemente. Creo que si ese mismo partido hubiera vuelto a jugarse diez veces jamás habríamos perdido 6-0. Es más, podríamos haber ganado alguno", agrega Oblitas. "Por respeto a la gente que integraba el equipo conmigo en aquella época -concluye el hoy DT- prefiero decir que salimos a jugar ese partido bajo presión. No voy a hacer lo mismo que Manso, que en 1979 lanzó una acusación artera."
El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba en Vélez, fue "un desahogo a medias”. Habla Manso:- “Lo que pasó es que antes del partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentina. Me dio mucho miedo, porque yo en ese momento era un muchachito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy seguro de que si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no aceptaban".

Brasil le había ganado 3-1 a Polonia unas horas antes y Argentina (protecciones del local) jugó por la noche sabiendo cuántos goles precisaba para ser finalista. Perú, que comenzó el juego con un tiro del delantero Muñante en un poste, terminó siendo un desastre. "Yo no me vendí", afirmó el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano. Quiroga, hoy DT del Cienciano, de Cuzco, admite que aquella fue su "noche más negra" y que jamás le volvieron a marcas seis goles en otro partido. "Es probable que alguno de mis compañeros haya aceptado semejante cosa", dijo uno de los líderes de aquella selección peruana, Héctor Chumpitaz. "Semejante cosa" significa soborna. "A mi no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por nadie. Igual –sigue Chumpitaz- me permito ponerlo muy en duda. A ese partido llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en el que le ganamos a Escocia e Irán y empatamos con holanda. O fue casual que después perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina. Estoy convencido de que perdimos de manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis compañeros no ponía todo para ganar".
Chumpitaz y Manso si dijeron, en cambio, que Perú recibió una incentivación de Brasil (5 mil dólares para cada jugador, más vacaciones en Itaparica) a cambio de impedir la clasificación argentina. "Todo el plantel estuvo al tanto de eso, pero nadie lo tomó en serio. No estábamos seguros de que pudiéramos cobrar ese dinero."-"Yo no estoy en condiciones de asegurar si el equipo peruano jugó dentro de sus posibilidades o no" explica Ardiles. "Eso es algo que deberán explicar los peruanos y las autoridades de AFA de aquel momento, o los miembros del EAM o los que formaban parte del gobierno de Videla." Entre las numerosas versiones que sugieren algún "arreglo" hay una que menciona un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países (en Perú gobernaba el general Francisco Morales Bermúdez).
La sospecha recae sobre la donación de "un crédito no reembolzable" de Argentina a Perú "para la adquisición a la Junta Nacional de Granos de cuatro mil tonelada de trigo a granel", en un marco del "convenio sobre ayuda alimentaría". El Sunday Times, de Londres, provocó un escándalo cuando abonó a esta teoría en plena disputa del Mundial 86. "Ese tipo de donaciones –reconoce hoy Juan Alemann, secretario de Hacienda en aquellos años- no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un terremoto, de alguna catástrofe." La única catástrofe que sufrió Perú en aquellos días fue el 6-0 de Argentina. Aquel 21 de junio, a las 20.40, en el preciso momento en el que Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol a Perú, estallaba una bomba en la casa de Alemann, que no sólo era funcionario, sino que, además, vivía a media cuadra de una comisaría. Alemann siempre sugirió que aquella bomba fue obra de sus críticas por los gastos del Mundial y apuntó al almirante Carlos Lacoste, vicepresidente paro hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78).

Lacoste fue mano derecha del almirante Eduardo Messera, que le ganó una lucha interna al Ejercito y logró para la Marina el uso político y los negocios. Dudosos de un mundial que tuvo un costo récord de más de 700 millones de dólares. Además de esa bomba a Alemann, Lacoste fue sospechado por la muerte todavía misteriosa del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, que quería hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 21 de agosto de 1976, dos días antes de una conferencia de prensa en la que iba a presentar su proyecto. Tras el asesinato de Actis, Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus socios comerciales. Contó para ello el decreto 1.261 de abril del 77, que le facultó para realizar toda clase de convenio amparado "en razones de urgencia, seguridad y reserva en la difusión de sus actos".