lunes, 17 de noviembre de 2008

El Mundial del 78



En Alemania moría el popular escarabajo de la Volkswagen, el Inglaterra nacía el primer bebé de probeta, en Italia se legalizaba el aborto. Aparecian las primeras víctimas del sida. Las Brigadas Rojas asesinaban a Aldo Moro, los Estados Unidos se comprometían a devolver a Panamá el canal usurpado a principios de siglo. Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la rapida caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas. En Nicaragua tambaleaba la dinastía de Somoza, en Irán tambaleaba la dinastía del Sha, los militares de Guatemala ametrallaban una multitud de campesinos en el pueblo de Panzós. Domitila Barrios y otras cuatro mujeres de las minas de estaño iniciaban una huelga de hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato toda Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura caía. La dictadura militar argentina, en cambio, gozaba de buena salud, y para probarlo organizaba el undécimo Campeonato Mundial de Fútbol.Participaron diez países europeos, cuatro americanos, Irán y Túnez. EL Papa de Roma envió su bendición. Al son de una marcha militar, el general Videla condecoró a Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de allí, estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz argentino, el centro de tormento y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo de la mar."Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina", celebró el presidente de la FIFA ante las cámaras de la televisión. Henry Kissinger, invitado especial, anunció: -Este país tiene un gran futuro a todo nivel. Y el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, que dio la patada inicial, declaró unos días después: -Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político. Los dueños de casa vencieron algunos partidos, pero perdieron ante Italia y empataron con Brasil. Para llegar a la final contra Holanda, debían ahogar a Perú bajo una lluvia de goles. Argentina obtuvo el resultado que necesitaba, pero la goleada, 6 a 0, llenó de dudas a lo malpensados, y a los bien pensados también. Los peruanos fueron apedreados al regresar a Lima. La final entre Argentina y Holanda se definió por alargue. Ganaron los argentinos 3 a 1, y en cierta medida la victoria fue posible gracias al patriotismo del palo que salvó al arco argentino en el último minuto del tiempo reglamentario. Ese palo, que detuvo un pelotazo de Rensenbrink, nunca fue objeto de honores militares, por esas cosas de la ingratitud humana. De todos modos, más decisivos que el palo resultaron los goles de Mario Kempes, un potro imparable que se lució galopando, con la pelambre al viento, sobre el césped nevado de papelitos.A la hora de recibir los trofeos, los jugadores holandeses se negaron a saludar a los jefes de la dictadura argentina. El tercer puesto fue para Brasil. El cuarto, para Italia.Kempes fue el mejor jugador de la Copa y también el goleador, con seis tantos. Detrás figuraron el peruano Cubillas y el holandés Rensenbrink, con cinco goles cada uno.

Un repaso que 30 años más tarde todavía deja lugar a la sorpresa..


Quien tenga la memoria flaca seguramente no engordará la historia. De honrar memorias se habla, y de otras memorias –que por suerte aún quedan en los estantes de ciertas bibliotecas– se obtienen los datos indispensables para mejorar la percepción del presente sin perder de vista lo que quedó en el pasado. Mientras desde el ámbito deportivo se preparan homenajes a los atletas desaparecidos o se acuerdan expresiones de repudio a la última dictadura, un repaso a aquellos años, con el Mundial ’78 incluido, puede llegar a sorprendernos. Esta es la crónica de ciertos hechos que comenzaron el mismo 24 de marzo, con el partido que el seleccionado nacional le ganó ese día 2-1 a Polonia, en Chorzow, a 10.000 kilómetros de donde el terrorismo de Estado se volvía una práctica tan cotidiana como el fútbol. El 31 de marzo del ’76, la AFA se quedó sin dirigentes. Durante casi un mes, la condujo su gerente, Ernesto Alfredo Wiedrich. No hizo falta intervenirla, porque el 3 de mayo se designó a Alfredo Cantilo, un abogado, hincha de Vélez, y asimismo socio de Universitario de Buenos Aires y el Jockey Club. También parecían vaciarse las canchas de público, porque el 13 de abril, a pocas horas de disputarse el clásico Boca-River en la Bombonera, todavía seguían sin venderse 20.000 entradas. Un hecho que resultaría increíble hoy. Ringo Bonavena moría asesinado en Reno, Nevada, el 22 de mayo, por lo que el diario Crónica definió en un título "La mafia del boxeo". Una semana antes, durante el entretiempo de Estudiantes y Huracán, en La Plata, un hincha de este club que se encontraba en las plateas falleció de un balazo por la espalda que provino desde afuera del estadio. Esas noticias policiales abarrotaban las páginas de los diarios, pero en otras páginas, las que iban completando la memoria de una AFA a tono con aquellos tiempos, se leía la resolución 309, del 1º de septiembre, que prohibía las transferencias internacionales de 66 futbolistas. César Luis Menotti, el técnico de la Selección, los había elegido: Maradona, Bochini, Houseman, Gallego, Ardiles, Villa y Valencia estaban en ella. En uno de los últimos pases, Norberto Alonso había sido vendido por River al fútbol de Francia. El balance arrojaba ese año un superávit de 48.967.972 pesos y a la tesorería de la AFA ingresaba por derechos de televisión la módica suma de 3.903.800. El Prode recaudaba casi siete veces más (21.277.352). Hoy esa relación se invirtió a favor de la TV por una diferencia escandalosa. En el juego, mientras tanto, la Argentina se presentaba al Preolímpico de Brasil –entre el 21 de enero y el 1º de febrero de 1977– con una buena tercera de Newell’s, donde se alistaban, entre otros, Ricardo Giusti, Roque Alfaro y... Marcelo Bielsa, quien 21 años después se haría cargo del seleccionado. Los militares habían decidido organizar el Mundial. Sin embargo, su realización peligraba, porque en algunos países europeos se extendía la idea de que la Argentina se había convertido en un gran campo de concentración. Por eso, el brasileño Joao Havelange era presionado para llevarlo a su país. El libro sobre el Mundial La vergüenza de todos, del periodista Pablo Llonto, contiene un hallazgo notable. Se trata de la tesis por la cual el régimen canjeó con el presidente de la FIFA la organización del torneo por la liberación de Paulo Antonio Paranagua, hijo de un diplomático brasileño detenido por el Ejército en 1977 junto a su novia. "General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y tendrán todo nuestro respaldo", le dijo el número uno del fútbol mundial al número uno de la dictadura, según el autor. Guillermo Vilas se imponía en las finales de Roland Garros y Estados Unidos del ’77, Carlos Alberto Reutemann se destacaba en la Fórmula Uno y Juan María Traverso ya ganaba en Turismo Carretera. Independiente, con ocho jugadores, se consagraría campeón del Nacional ante Talleres y en Córdoba. Así transcurrieron los meses previos al Mundial, que comenzó el 1º de junio del ’78. A su término y con el equipo de Menotti consagrado campeón, Videla habló en la cena de clausura efectuada en el Plaza Hotel: "El pueblo argentino no reniega de su presente y vive con alegría, diría yo, con heroica alegría, la posibilidad de un futuro promisorio".Ese es apenas un tramo de los tres discursos del militar que la AFA transcribió en su memoria de 1978. El dictador, repudiado y decrépito, nunca se interesó demasiado por el fútbol, salvo en aquellos años. Sí, en cambio, uno de sus invitados especiales al palco oficial durante el Mundial: Henry Kissinger. Elogiado por la asociación como "una destacada figura de la historia mundial durante los últimos diez años", el ex secretario de Estado norteamericano sólo se perdió un campeonato desde 1970. Una postal de estos tiempos. Cambian o se repiten algunos nombres, lo que perdura es la misma capacidad de mimetizarse que tienen el fútbol y la política. Bajo dictaduras o en democracia. Siempre ocurrió así.

Menotti, en alemán.


En Alemania y Austria, los entendidos en fútbol están leyendo un sorprendente libro. Se llama: César Luis Menotti, dejar correr la pelota y al contrario. El autor es el periodista austríaco Harald Irnberger y lo ha editado Eichbauer Verlag, de Viena. Un libro para entendidos, estrategas, sabios y teóricos del fútbol y la política. Porque en sí, el meollo está en la problemática: ¿fútbol de izquierda o de derecha? Para este sabio cronista de tribuna, que es el autor del libro, Menotti es el creador del fútbol de izquierda. Y en esto el entrenador argentino tiene un aliado: el crack holandés Johann Cruyff.
Los dos dejaron su huella.
¿Qué es el fútbol de izquierda?: aquel que trae placer, que no se hace por dinero, por deporte en sí, que desaprueba los negocios, las sociedades anónimas futboleras, la venta de jugadores, los presidentes de clubes como presidentes de sociedades anónimas, el terrorismo de las hinchadas, la violencia de las controversias. Todo lo último, por supuesto, es el fútbol de derecha, que es el que vivimos en todo el mundo globalizado.
"El fútbol es como la vida, sólo algo más palpitante" –dice Menotti en el libro–.
Y agrega el autor: "César Luis Menotti sintió siempre el deber hacia aquellos que concurren a los estadios de darles por lo menos algo de alegría. La gente se orienta en la superficialidad barata en un mundo cada vez más necio en donde los mediocres sin escrúpulos han logrado proclamarse los dictadores del deporte, medida de todas las cosas. Así es en la política y el arte, en la economía y en la ciencia... y, por supuesto, en el fútbol. Casi todos los grandes clubes de fútbol de antigua prosapia proletaria han caído en manos de brutales nuevos ricos de la peor sustancia, que pasaron a ser presidentes o hasta dueños de esos clubes. Y esto no molesta a la mayor parte de las hinchadas. Se dejan comprar barato en tanto los dueños del deporte de vez en cuando hacen una adquisición record de jugadores". Por supuesto que siempre quedará flotando la pregunta de por qué Menotti aceptó ser el entrenador para el campeonato de 1978 que fortaleció a la dictadura. Un buen capítulo del libro se dedica a ello. El lector puede conformarse o no. Siempre quedará esa duda. Pero el capítulo acerca de este tema termina con las palabras de Valdano, un admirador del hombre Menotti. En todo caso, en todos los problemas acerca del fútbol ponía en claro su pensar progresista, sin pelos en la lengua. El comenzó a hacerse conocer como de izquierda cuando la dictadura entró en problemas. En esa situación Menotti comenzó a hablar y a exigir el regreso de los intelectuales exiliados así como declaró que la dictadura había perseguido a la cultura. Pero, claro, en tiempos de los militares, Menotti –en su calidad de entrenador de la Selección nacional– se encontraba en una situación complicada, a la cual no se puede describir en forma abstracta. Por ejemplo: con el tiempo, leímos el sufrimiento de los torturados que en la cárcel oían los gritos de júbilo de los hinchas cuando fuimos campeones del mundo. Esto es algo terrible. En defensa de Menotti debo decir que yo oí las palabras que él dirigió a los jugadores antes de la final. El dijo: ‘Nosotros somos el pueblo, pertenecemos a las clases perjudicadas, nosotros somos las víctimas y nosotros representamos lo único legítimo en este país: el fútbol. Nosotros no jugamos para las tribunas oficiales llenas de militares sino que jugamos para la gente. Nosotros no defendemos la dictadura sino la Libertad’". Menotti y el fútbol.
El autor del libro, Irnberger, define a Menotti y lo que piensa del balompié con la frase pronunciada alguna vez por éste: "Jamás meter un gol con violencia". Y sostiene que la forma de jugar al fútbol de los argentinos les viene de una visita que el club húngaro Ferencvaros Budapest hizo a Buenos Aires en 1922, y que le vienen muy bien las palabras de Menotti sobre lo que debe ser el fútbol: "Quiero ganar porque mi equipo ha jugado mejor y no porque he impedido jugar al contrario. El fútbol debe ser velocidad más precisión, con el agregado de la improvisación". Y hay palabras precisas en las respuestas de Menotti: "El fútbol es un juego que debe encontrar su origen. Es una fiesta alegre en la cual los seres humanos deben participar porque expresa sus sentimientos y les entrega alegría de vivir. Si no, ese deporte se convierte en otro consumo más sin importancia, propulsado por negociantes".
Y vuelve a la política: "Una casta de funcionarios mediocres opina que el fútbol debe ser apolítico. Eso es una completa idiotez. En cada sociedad hay algo que mejorar y los jugadores deben aprovechar su popularidad justo para mejorar esa sociedad".
Y pasa a las definiciones: "Hay un fútbol de derecha y otro de izquierda: El fútbol de derecha nos quiere sugerir: la vida es lucha, exige sacrificios, debemos volvernos de acero y ganar con todos los métodos. El entrenador les dice a los jugadores que para no disgustarse con el presidente del club se abstiene de decir sus ideas políticas. Obedecer y funcionar, eso es lo que quieren los del poder con respecto a los jugadores. Así van creando cada vez más tarados, los idiotas útiles que acompañan al sistema".
Y lo dice bien claro, para que no haya dudas: "Se puede idiotizar a la gente y producir mierda permanentemente, como Julio Iglesias, o se puede llevar a cabo una escenificación de Shakespeare como esa obra de arte que hizo Laurence Olivier".
Esta todo dicho, alguien diría: "Un exquisito, este Menotti", pero, sin ninguna duda, gente así se hace necesaria para que no todo caiga en el tacho de la basura. Y cerremos con la famosa frase de Albert Camus que, además de escribir obras señeras, fue arquero, escribió esto para pensar:
"Todo lo que hoy sé de moral, lo aprendí del fútbol".
Podríamos seguir con las discusiones de Menotti y del holandés Cruyff con los potentados del fútbol español, por ejemplo, pero lo dejamos para el lector del libro, que ojalá se dé a conocer en la Argentina. Un libro que hace pensar. Y por esto tenemos que darles las gracias a Menotti y al autor de este libro, Harald Irnberger.

Botas y botines..


Mario Kempes se largó a llorar apenas se enteró del golpe. Su llanto alertó a varios de sus compañeros. El presidente de la Delegación, Pedro Orgambide, recibió una comunicación telefónica desde Buenos Aires informándole que la Selección debía cumplir ese día con su partido y seguir con el resto de la gira. "Yo me enteré por el golpe a través de Muñoz y él nos tranquilizó diciendo que por suerte no había desgracias personales ni derramamiento de sangre", recordaría luego Orgambide. La particular apreciación del "Gordo" Muñoz, casi un comunicado de la Junta, no satisfizo a todos. Algunos jugadores, como Héctor Scotta y el propio Kempes, dijeron que querían volver a la Argentina. Se hizo una reunión y la mayoría decidió que había que seguir adelante. En medio de esa conmoción, revelada por algunos jugadores de aquel equipo, Argentina salió al campo y venció 2-1 a Polonia, dando vuelta el marcador con goles de Héctor Scotta y René Houseman. Aquel partido se jugó en Chorzow, una ciudad industrial de 150 mil personas del sur de Polonia, y sirvió a la Junta Militar para decir que ese día, 24 de marzo de 1976, todo seguía funcionando normalmente en la Argentina.
Los primeros comunicados de la Junta de aquel miércoles 24 de marzo hablaban de suspensión de derechos, intervenciones y prohibiciones. Pero el número 23 informaba que se interrumpía la transmisión de la cadena nacional para permitir la difusión en directo del partido Argentina- Polonia. El fútbol volvió a ocupar a la Junta en la primera reunión celebrada por sus integrantes el día 24. El almirante Emilio Massera comunicó al general Jorge Rafael Videla que Argentina debía confirmar su decisión de organizar la Copa Mundial ‘78. "Costará sólo 70 millones de dólares", le dijo Massera a Videla. Alguien intentó explicar luego que las obras demandarían una inversión mayor, pero Videla no se preocupó. "Aunque cueste cien millones no hay problemas", señaló. "Veinticinco millones de argentinos", como decía el jingle militar, terminaron pagando más de 700 millones de dólares.


El 25 de marzo la Junta recibió de manos del deporte una de las primeras adhesiones. La dio el presidente de la Confederación Brasileña de Deportes (CBD), almirante Heleno Nunes. "Tal vez sea la mejor garantía de la Copa del Mundo en Argentina", dijo Nunes. Al día siguiente arribó a Buenos Aires una comisión de la FIFA, para inspeccionar las obras del Mundial, encabezada por el alemán Hermann Neuberg, SS en los tiempos de Hitler.
"El cambio de Gobierno no tiene nada que ver con el Mundial. Somos gente de fútbol y no políticos", dijo Neuberger. Más claro aún fue el propio mandamás de la FIFA, Joao Havelange. El 28 de marzo decía desde el exterior que "la Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el mundial". Recibiendo a la FIFA en Ezeiza aquel 25 de marzo estaba ya el almirante Carlos Lacoste, la bota que Massera puso dentro del deporte, para manejar el poder y los negocios. Lacoste convocó a sus oficinas en el Ministerio de Acción Social al presidente de Boca Juniors, Alberto J. Armando, y le sugirió que pidiera la renuncia a toda la cúpula de la AFA. Su presidente, el médico de la UOM David Bracutto, rechazó el convite. Pero el 30 de marzo la dictadura bloqueó las cuentas de la AFA en el Banco Central y Bracutto debió abandonar su cargo.
La Marina y el Ejército libraron una batalla para ver quién se quedaba con la pelota. Ganó Massera y el 1 de mayo de 1976 el voto obediente y mayoritario de los presidentes de los clubes de fútbol permitió al abogado Alfredo Cantilo convertirse en el nuevo presidente de la AFA. Si la dictadura precisó a la AFA de una fachada democrática, distinta fue la situación en la Confederación Argentina de Deportes (CAD). Allí fue designado interventor Miguel Angel Bruno, allegado al general Reynaldo Bignone. En el Comité Olímpico Argentino ( COA) el régimen tramó una trampa derrocando al tirador Pablo Cagnasso. Rodríguez sigue aún hoy en el COA y Bruno es su vicepresidente.

La palabra "desaparecido" golpeó al fútbol al mes de producido el golpe. El 23 de abril de 1976 las capuchas se llevaron a Norberto Julio Morresi, de 17 años, hermano de Claudio, el jugador que luego actuó en Huracán y River, una de las pocas voces del fútbol que jamás se escondió para repudiar activamente la represión. Casi al mes siguiente, el 17 de mayo de 1976, la dictadura tuvo su primera muerte en las canchas. Estudiantes y Huracán jugaban en La Plata y en la tribuna visitante apareció un cartel de Montoneros. En medio de la batahola cayó muerto de un balazo Gregorio Noya, que estaba en la platea acompañado de su hijo pequeño. En 1976, según recuerda el periodista Amílcar Romero, en su libro Deporte, Violencia y política la AFA hizo disputar una cifra récord 752 periodistas y fue bajo la dictadura cuando las barra bravas, como dijo Roberto Perfumo, "ganaron su lugar al sol". Aquel mes de mayo, el día 23, el triunfo de Víctor Galíndez en Sudáfrica y ante Richie Kates y el asesinato de Ringo Bonavena en un burdel de Nevada ocultaron otra pequeña noticia publicada por los diarios: el hallazgo de los cuerpos acribillados de los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Util para la dictadura, al deporte también le llegó la censura. El interventor de las radios Splendid y Excelsior, vicecomodoro Jorge Pedrerol, transmitió órdenes superiores y prohibió en esas emisoras cualquier "comentario adverso" a la selección y a su técnico, César Menotti. Videla, en tanto, elegía deportistas para almorzar con "jóvenes sobresalientes", el 21 de setiembre de 1979: entre los elegidos estaba Alberto Tarantini y Claudia Casabianca, años más tarde involucrados en causas por drogas. El 26 de noviembre desaparecía Claudio Tamburrini, arquero del club de Almagro. Fue torturado y privado de su libertad hasta el 24 de marzo de 1978. Pasó 120 días en el centro de tormentos clandestino instalado en el oeste del Gran Buenos Aires bajo el nombre de Mansión Seré. Irónicamente uno de los hombres que tuvo bajo su cargo la Mansión Seré fue el comodoro Julio César Santuccione, famoso profesor en Mendoza y uno de los tantos militares dirigentes de la AFA, en aquellos años, como secretario del Tribunal de Disciplina y de la Comisión Especial de Reformas al Reglamento.Siguiendo los consejos de la agencia Burson Masteller, contratada para mejorar su imagen en el extranjero, la Junta siguió montada al deporte y el 9 de setiembre de 1977 Videla esquivó protestas en su visita a Nueva York fotografiándose con Guillermo Vilas, que unos días después ganaría por primera y única vez el Abierto de Estados Unidos. Aquel mismo 9 de setiembre, más pequeño, se informaba sobre el secuestro del profesor Alfredo Bravo. El ‘77, cuando ya Suárez Mason viajaba en los aviones de YPF para seguir los partidos de Diego Maradona en su club, Argentino Juniors, se cerró con el recordado secuestro de las monjas francesas.
Al día siguiente, las portadas en los diarios, sin embargo, se ocuparon en la fecha del fútbol, la final del polo entre el coronel Suárez y Santa Ana y una exhibición de Carlos Monzón en la Rural. Los archivos de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos(APDH) cuentan a 56 desaparecidos en enero de 1978. Uno de ellos es el único deportista federado argentino chupado por los militares. El atleta Miguel Sánchez un tucumano de 25 años que había participado tres veces en la famosa maratón brasileña de San Silvestre, fue arrancado de su casa de San Martín 176, de Villa España, en Berazategui, a las 3.30 de la madrugada del 9 de enero de 1978. Su entrenador, Osvaldo Suárez, una de las máximas figuras del atletismo argentino, siempre creyó que se trató de "uno de los tantos errores de procedimiento". Pero así como en el ‘82 se recordó por la guerra de Malvinas y en el ‘83 la dictadura se despidió sembrando muerte y violencia con un año negro en las canchas, 1978 quedó incorporado como el año del Mundial.
La historia sospechará eternamente del 6-0 ante Perú. Lo hará también de los controles antidóping.
La imagen de Argentina era custodiada desde los micrófonos por José María Muñoz y Raúl Portal atendía a periodistas en la Cancillería. En Rosario, a un periodista cuyas crónicas "deformaban la realidad", le mandaron una señorita. Y cuando se quedó dormido la dama se llevó su credencial, sin la cual no pudo seguir trabajando y debió volver a su país. El día que empezó el Mundial, la dictadura cerró el Hospital Rawson. Y un día antes de la final ante Holanda, Adolfo Peréz Esquivel salió de prisión. Argentina ganó el Mundial el 25 de junio de 1978 y los torturados de la ESMA no escucharon los gritos del estadio de River pese a la cercanía. Ellos se enteraron, porque su represor, el "Tigre" Acosta, irrumpió en el tercer piso al grito de "¡Ganamos, ganamos!". Obtenida la Copa, El Gráfico, abrió su edición del 4 de junio con una entrevista exclusiva a quien creyó figura de la Copa, el general Videla. Fueron años en que la política abusó del fútbol. Años de Kempes, el Matador. Años de Videla, el asesino.

Mientras se festejaban goles en la fiesta del fútbol...


El documento del cual presentamos un poco aca contiene el único informe que se conoce de los cálculos hechos por la inteligencia militar argentina respecto del número de personas que sus grupos de tareas habían matado durante la represión. El documento fue enviado a la DINA chilena por el oficial de inteligencia chileno Enrique Arancibia Clavel, que usaba el seudónimo "Luís Felipe Alemparte Díaz", y está basado en documentación a la que él tuvo acceso en los cuarteles centrales del Batallón de Inteligencia Militar 601. Arancibia Clavel era el representante en Argentina de la red de "Operación Cóndor" creada en noviembre de1975 por las fuerzas de seguridad de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia y Paraguay. El informe provee importante evidencia en cuanto a que el número total de desaparecidos es significativamente mayor que las 9,089 personas listadas en el informe de la Comisión Nacional de los Desaparecidos (CONADEP) en los años ochenta. Es también significativo que la inteligencia militar inicia el registro en 1975, en momentos en que los militares han tomado las riendas de las actividades represivas a nivel nacional, varios meses antes del golpe militar de marzo de 1976. Ya que se sabe que las desapariciones continuaron por varios años más, el total de desaparecidos por los militares puede ubicarse bien por encima de los 22,000 que reporta este informe de Julio de 1978.
El informe se encontró entre aproximadamente 1500 páginas de documentos confiscados por las Cortes Federales Argentinas en noviembre de 1978 al agente chileno Arancibia Clavel, que fueron conservados en cinco volúmenes en los archivos de las Cortes desde entonces.
John Dinges obtuvo una copia de estos volúmenes en enero de 2002 y ha puesto los documentos a disposición del público en el National Security Archive. El documento publicado aquí corresponde a la página 238 del Volumen V. El documento fue citado por primera vez en el libro de John Dinges, The Cóndor Years:
How Pinochet and His Allies Brought Terrorism to Three Continents (The New Press).

Los jefes de la inteligencia chilena habían pedido a Arancibia recabara nombres y números de personas muertas y desaparecidas en Argentina. En varios memorandums enviados a principios de julio de 1978 el agente envía a Santiago miles de nombres y fechas de muertes y desapariciones. En este cable que parece recapitular todo este trabajo de conteo, Arancibia da cuenta de todo el material enviado y dice que, ‘En estas listas van tanto los muertos "oficialistas" como los "no oficialistas". Este trabajo se logró conseguir en el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército sito en Callao y Viamonte de esta capital, que depende de la Jefatura II Inteligencia Ejército del Comando General del Ejército y del Estado mayor General del Ejército… Los que aparecen NN son los cuerpos imposibles de identificar, casi en un 100% corresponden a elementos extremistas eliminados "por izquierdas", por las fuerzas de seguridad. Se tienen computados 22,000 entre muertos y desaparecidos, desde 1975 a la fecha.

¿La fiesta de quienes?



En el mundial 78, la euforia de un país futbolero y el logro de la selección compartieron la escena con una dictadura despiadada. La legitimidad del título y la pertinencia de la celebración siguen, después de años, en tela de juicio. Aquí, los claroscuros de aquella historia, en la voz de sus protagonistas.
"Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades." - Osvaldo Ardiles habló desde Japón, donde dirige al equipo Shimizu S-Pulse. Su lejanía parece agrandar aún mas la distancia de aquel Mundial 78.
La conquista, histórica, jamás podrá ser evocada, sin embargo, en tono de fiesta completa. Pocos lo saben, pero a la misma hora en que Alemania y Polonia abrían la Copa en la cancha de River, Ronnie Hellstrom, arquero de la selección sueca, se convertía en el único jugador del Mundial que prefería estar frente a la Casa Rosada, acompañando la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que ya entonces reclamaban por sus hijos. "Decidí hacerlo –dice hoy Hellstrom- porque era una obligación que tenía con mi conciencia". La vuelta olímpica del Mundial 78 (la Copa más polémica de la FIFA) marcó sin dudas un hito consagratorio en la historia del fútbol argentino.
Pero en pleno Mundial, a diez cuadras de la cancha de River, epicentro de la fiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de torturas de la dictadura. Aquella siniestra combinación de goles y desaparecidos llevó a que el Mundial 78 fuera siempre comparado con los Juegos Olímpicos de 1936. Estos últimos transcurrieron en la Alemania nazi de Hitler.
El Mundial 78, en cambio, se jugó en la Argentina de Videla. Y su marchita de tono militar no admitía indiferentes. "Veinticinco millones de argentinos –decía la canción oficial- jugaremos el Mundial" "A distancia –señala hoy Ardiles- está claro que fuimos utilizados como propaganda por parte de los militares. Pero también hay que aclarar que nosotros, los jugadores y el cuerpo técnico que integremos aquella Selección, fuimos víctimas de esa manipulación de nuestro trabajo, o de los frutos del mismo.
Hoy duele ver eso, pero también –sigue Ardiles- puede decirse que quizá servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle envuelta en banderas argentinas. Sabíamos que lo nuestro no tenía nada que ver con lo que estaban haciendo los militares, algo que prácticamente desconocíamos. Pero de alguna manera, a los que medianamente teníamos cierta conciencia de quiénes se trataba, nos hacía sentir mal."
César Menotti sí sabía de qué se trataba. "Yo tengo una buena formación política.
En la concentración de Jose C. Paz se comunicaba con sus colaboradores con walkie talkie, una foto de El Gráfico lo mostraba con una pistola en su mesita de luz, su trabajo recibía el apelativo de "proceso", sus jugadores no podían ser transferidos al exterior y, cerca del Mundial, los medios oficiales recibieron una prohibición de criticarlo, aunque hasta pocos meses antes un sector de la prensa había hecho campaña para imponer a Juan Carlos Toto Lorenzo. Mimetizado con los tiempos, Menotti, quien por entonces tenía 39 años, se sintió tal vez el comandante de un momento histórico para el fútbol argentino

LOS GOLES DE LA SOSPECHA


El mundial fue una bisagra en la historia del fútbol argentino. "Gracias a Menotti se cambió la mentalidad en el trabajo de la Selección. Por primera vez se trabajó con jugadores del interior del país. Y a partir de Menotti los contratos de los entrenadores nacionales nunca más duraron menos de cuatro años", dice Ardiles. Aquella selección, además, destrozó el mito de la superioridad física de los europeos. Y jugó todos los últimos partidos de la Copa casi con cuatro delanteros netos (Kempes, Bertoni, Luque y Ortiz o Houseman). A la preparación física y el sentido colectivo (supuesto patrimonio de los europeos), el equipo de Menotti sumó habilidad y audacia y, tras superar un inicio de nervios e irregularidad, terminó siendo merecido campeón. Pero la conquista, inevitable, parece destinada a convivir con las sospechas de las trampas de una dictadura militar que soñó montar su proyecto político a partir de una pelota de fútbol, creyendo que la fiesta de River podía ser eterna.

Las dos primeras y ajustadas victorias de 2-1 ante Hungría y Francia y la derrota 0-1 con Italia obligaron a la inesperada mudanza a Rosario. Allí, la segunda rueda comenzó con un triunfo 2-0 ante Polonia, cuya legitimidad fue cuestionada muchos años después por el propio DT rival, Jacek Gmoch, quien denunció un "arreglo", sin otras precisiones. La sombra del arreglo, en realidad, se dirigió siempre a la célebre goleada de 6-0 a Perú, que permitió eliminar a Brasil por diferencia de gol y clasificar a la final contra Holanda. "Yo digo que ese partido no fue normal, que fue raro", insiste Juan Carlos Oblitas, integrante de aquella formación y DT de la actual selección peruana. "Dominamos al comienzo y hasta el segundo gol argentino el partido fue parejo, pero después nos quedamos inexplicablemente. Creo que si ese mismo partido hubiera vuelto a jugarse diez veces jamás habríamos perdido 6-0. Es más, podríamos haber ganado alguno", agrega Oblitas. "Por respeto a la gente que integraba el equipo conmigo en aquella época -concluye el hoy DT- prefiero decir que salimos a jugar ese partido bajo presión. No voy a hacer lo mismo que Manso, que en 1979 lanzó una acusación artera."
El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba en Vélez, fue "un desahogo a medias”. Habla Manso:- “Lo que pasó es que antes del partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentina. Me dio mucho miedo, porque yo en ese momento era un muchachito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy seguro de que si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no aceptaban".

Brasil le había ganado 3-1 a Polonia unas horas antes y Argentina (protecciones del local) jugó por la noche sabiendo cuántos goles precisaba para ser finalista. Perú, que comenzó el juego con un tiro del delantero Muñante en un poste, terminó siendo un desastre. "Yo no me vendí", afirmó el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano. Quiroga, hoy DT del Cienciano, de Cuzco, admite que aquella fue su "noche más negra" y que jamás le volvieron a marcas seis goles en otro partido. "Es probable que alguno de mis compañeros haya aceptado semejante cosa", dijo uno de los líderes de aquella selección peruana, Héctor Chumpitaz. "Semejante cosa" significa soborna. "A mi no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por nadie. Igual –sigue Chumpitaz- me permito ponerlo muy en duda. A ese partido llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en el que le ganamos a Escocia e Irán y empatamos con holanda. O fue casual que después perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina. Estoy convencido de que perdimos de manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis compañeros no ponía todo para ganar".
Chumpitaz y Manso si dijeron, en cambio, que Perú recibió una incentivación de Brasil (5 mil dólares para cada jugador, más vacaciones en Itaparica) a cambio de impedir la clasificación argentina. "Todo el plantel estuvo al tanto de eso, pero nadie lo tomó en serio. No estábamos seguros de que pudiéramos cobrar ese dinero."-"Yo no estoy en condiciones de asegurar si el equipo peruano jugó dentro de sus posibilidades o no" explica Ardiles. "Eso es algo que deberán explicar los peruanos y las autoridades de AFA de aquel momento, o los miembros del EAM o los que formaban parte del gobierno de Videla." Entre las numerosas versiones que sugieren algún "arreglo" hay una que menciona un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países (en Perú gobernaba el general Francisco Morales Bermúdez).
La sospecha recae sobre la donación de "un crédito no reembolzable" de Argentina a Perú "para la adquisición a la Junta Nacional de Granos de cuatro mil tonelada de trigo a granel", en un marco del "convenio sobre ayuda alimentaría". El Sunday Times, de Londres, provocó un escándalo cuando abonó a esta teoría en plena disputa del Mundial 86. "Ese tipo de donaciones –reconoce hoy Juan Alemann, secretario de Hacienda en aquellos años- no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un terremoto, de alguna catástrofe." La única catástrofe que sufrió Perú en aquellos días fue el 6-0 de Argentina. Aquel 21 de junio, a las 20.40, en el preciso momento en el que Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol a Perú, estallaba una bomba en la casa de Alemann, que no sólo era funcionario, sino que, además, vivía a media cuadra de una comisaría. Alemann siempre sugirió que aquella bomba fue obra de sus críticas por los gastos del Mundial y apuntó al almirante Carlos Lacoste, vicepresidente paro hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78).

Lacoste fue mano derecha del almirante Eduardo Messera, que le ganó una lucha interna al Ejercito y logró para la Marina el uso político y los negocios. Dudosos de un mundial que tuvo un costo récord de más de 700 millones de dólares. Además de esa bomba a Alemann, Lacoste fue sospechado por la muerte todavía misteriosa del general Omar Actis, el primer presidente de la EAM 78, que quería hacer un Mundial más austero y que fue asesinado el 21 de agosto de 1976, dos días antes de una conferencia de prensa en la que iba a presentar su proyecto. Tras el asesinato de Actis, Lacoste hizo el Mundial a gusto de la FIFA y de sus socios comerciales. Contó para ello el decreto 1.261 de abril del 77, que le facultó para realizar toda clase de convenio amparado "en razones de urgencia, seguridad y reserva en la difusión de sus actos".

EL OTRO PARTIDO


El mundial fue una cuestión de Estado. En silencio desde que cayó en desgracia, Lacoste, amo y señor del deporte en los tiempos de la dictadura, apenas recibió del juez Miguel Pons un reproche "ético" porque, siendo funcionario, incrementó su patrimonio en más del 400 por ciento, manejando dineros de firmas extranjeras en la City, en los tiempos de la bicicleta financiera de Jose Martínez de Hoz. Ublado Fillol ya era un arquero formidable, Daniel Passarela "el gran capitán", Ardiles el motor del mediocamo y Mario Kempes la potencia y el gol, aunque jugaba más retrasado pues en los primeros partidos había fracasado como hombre de punta. La final fue contra Holanda. Justamente el país que, junto a Franci, encabezó la campaña para boicotear el Mundial, iniciada por organismos de derechos humanos y agrupaciones de izquierda. El argumento era sencillo "No se puede jugar un Mundial mientras a pocos metros del estadio se tortura y se mata gente", decía el periodista Francois Geze, del Comité Organizador del Boicot a la Argentina (COBA). "Pero fue gracias a los periodista que vinieron por el Mundial que tuvimos nuestros primeros grupos de apoyo" recuerda Mercedes Meronio, vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo. Una agrupación holandesa de solidaridad con las Madres (SAM) donó las primeras casas. "¿Pero ustedes no son argentinas?", se les preguntaba a las Madres, conocidas internacionalmente como "Las Locas de Plaza de Mayo". Silencio, terror, ignorancia y, en más de un caso, complicidad, se unieron para que una sociedad hipnotizada por un Mundial conviviera con el horror.
"El Mundial y las Malvinas son los dos grandes traumas que aún no pudo resolver la sociedad argentina". Las revistas de la Editorial Atlántida lideraban la campaña. La revista Para Ti regalaba postales a sus lectores para que las enviara a los políticos y organizaciones europeas que protestaban por las violaciones a los derechos humanos. Somos alertaba, apenas comenzado el Mundial, sobre un "subversivo" detenido que podía ganar el Premio Nobel de la Paz (Adolfo Pérez Esquivel). Y Bernardo Neustadt, mientras el periodista Julián Delgado desaparecía en pleno Mundial, alababa a Videla en Gente.
La prensa en general se sonrojaría mirando hoy aquel 78. Hasta el periodismo deportivo abandonó su conservador slogan de que el deporte no debía "mezclarse" con la política. "Muñoz jamás podrá mirarme a la cara", acusó ya en democracia Hebe de Bonafini. "Va a entrar Videla a dar la Copa... el fútbol ha hecho el milagro del país... nos siguen atacando aquellos que no nos conocen", decía los relatos por Radio Rivadavia del "Gordo" José María Muñoz, un fenómeno de comunicación popular que un año más tarde, en los festejo por el Mundial juvenil del 79, promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a sólo metros se denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA.
"Los argentinos somos derechos y humanos", se decía entonces.
Tiempos en los que las crónicas confundían a Kempes con Videla. El primero pasó a la historia del fútbol como el Matador. Al segundo, la Justicia lo condenó por asesino.
Doce días antes de la final contra Holanda, la revista El Gráfico, también de la Editorial Atlántida, publicó una supuesta carta que el capitán de esa selección, Ruud Krol, envió a su hija. "...Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es –decía la supuesta carta de Krol- una mentirita infantil... Esta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz... Papá está bien. Tiene tu meñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad, Argentina es tierra de amor...".
El periodista Enrique Romero, dice que la carta fue escrita por él, pero leída y autorizada por Krol.
"Pero las organizaciones que luchaban en el extranjero contra la dictadura –se explica Romero- se volvieron contra Krol. El holandés, ante la avalancha de críticas, no tuvo otra opción que dar un paso al costado y negar con el codo lo que había firmado con la mano". Romero agrega que la carta sólo intentó "mostrar a los lectores la fase íntima de los holandeses", pero que fue "aprovechada para darle otra significado que el que verdaderamente tenía". Desde Holanda, Krol hace escuchar su réplica: "No me entra en la cabeza que una persona haya hecho algo así. Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso." ¿Qué hubiera ocurrido si Robby Rensenbrink hubiera convertido aquel tiro que, ya sobre el final del partido, se estrelló en un poste y Holanda terminaba ganando 2-1 aquella final? Ni la junta militar de Videla, Massera y Agosti podría haberlo impedido. Y el fútbol, más que nunca, habría sido "dinámica de lo impensado", como decía el periodista Dante Panzeri, que se oponía al Mundial y murió poco antes de la fiesta.
En la ESMA, los torturadores saludaron eufóricos a sus víctimas y a algunas de ellas hasta la sacaron en auto para que vieran los festejos callejeros. Graciela Daleo lloraba de impotencia diciéndose que no valía la pena, que nadie le prestaría atención aunque gritara que ella era una desaparecida. "¿Cómo no voy a comprender a la gente –se preguntó Hebe de Bonafini- si en mi propia casa, mientras yo lloraba en la cocina, mi esposo gritaba los goles frente a la televisión?". Hellstrom, el arquero sueco que el 1 de junio había visitado a las Madres en la Plaza, cree recordar que, "La gente tuvo un gran desahogo, se manifestó de manera inconsciente.
Festejaban sin saber bien qué. La mayoría –afirma- creía que a los que estaban reprimiendo era a otros y no a ellos mismos". Un día después de la final, en el Hospital Militar, nacía Guido. Su madre fue fusilada dos meses después. Guido es hoy uno de los 171 niños de los 230 secuestrados bajo la dictadura que sigue siendo botín de guerra. Su abuela, Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, lo busca desde aquel día. Todavía mantiene la esperanza.

EL PARTIDO DEL GOBIERNO


Más de 500 millones de dólares pone la Argentina al servicio del Mundial 78, en un momento en que el país sufre carencia en materia de previsión, salud y educación y es fuertemente criticado por violaciones de los derechos humanos.La Argentina fue designada para organizar el Mundial de 1978 durante la presidencia del general Lanusse.
En setiembre de 1973, el gobierno peronista designó la primera comisión organizadora. El entonces poderoso ministro José López Rega interfirió activamente en todo lo relativo a esa organización y llegaría el 12 de mayo de 1974 a firmar un decreto para designar una Comisión de Apoyo al Mundial. Ese decreto incluía una cláusula de sospechosa oportunidad, pues faltaban cuatro años para el mundial. Decía: "Exceptúanse por un plazo de 90 días a partir de la firma del presente, de las disposiciones establecidas por el decreto 5720/72, Régimen de las Contrataciones del Estado, las compras que en función de los considerandos del presente deban realizarse, autorizándose a la Comisión la concentración de compras directas, cualquiera fuera su monto".En esa época, en medio de una lucha de intereses, se designaron las cuatro subsedes: Mar del Plata, Córdoba, Rosario y Mendoza. Producido el golpe militar de 1976, el nuevo gobierno se mostró decidido a llevar adelante la organización del certamen, para lo cual se creó el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), para cuya presidencia se designó al general Actis, asesinado, supuestamente por la guerrilla, el 23 de agosto de 1976 sin que pudiera entrar en funciones. Se nombró, entonces, al general Merlo para reemplazarlo, pero quien habría de tener más activa participación en todo el manejo de los fondos destinados a la organización de la competencia fue el vicepresidente de la EAM, vicealmirante Carlos Lacoste, hombre del riñón del almirante Massera.
El gasto total alcanzaría a la astronómica cifra de 250 millones de dólares. Esa suma, en momento en que el país padecía graves carencias en materia de previsión, sanidad y educación, representaba un irritante privilegio para el deporte, una inclinación que generalmente han tenido los gobiernos dictatoriales. Las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por el gobierno militar durante la lucha contra la violencia subversiva habían trascendido al mundo entero. Y, como contrapartida, había un ferviente deseo oficial de presentar a quienes vinieran al país una imagen de orden y organización. El hecho de haberse comunicado a los medios periodísticos la prohibición de criticar al director técnico del equipo argentino, Menotti, revela el fervor que el gobierno tenía puesto no sólo en la organización del certamen, sino también en el triunfo del equipo, considerando de importancia política fundamental.
Se arreglaron, pintaron y limpiaron calles y trató de eliminarse todo lo que pudiera constituir un menoscabo para el país. De todos modos, el acontecimiento deportivo dio lugar a la renovación de fuertes críticas contra el gobierno argentino, particularmente en Europa, donde insistentemente se comentó que una de las estrellas del fútbol holandés, Johan Cruyff, anticipó su retiro del seleccionado al decidir no viajar a un país que, como el nuestro, no respetaba las libertades publicas.

HISTORIA DEL FÚTBOL ARGENTINO

LA NACION UN GRITO EN LA OSCURIDAD

Para la dictadura, el mundial resultó proritario. Era un tiempo tragico y la fiesta no fue de todos.
En la Argentina, en ese 1978, las Fuerzas Armadas encaraban una fase decisiva de lo que denominaban la solución final: su eternización en el poder y la definitiva domesticación de la sociedad. El mundial 78 colmó las aspiraciones de los militares y, probablemente, sirvió también como detonador de las alocadas aventuras posteriores.Influyó en aquel éxito político del deporte la todavía capacidad intacta de los militares para manipular los hábiles sentimientos colectivos. Hicieron creer, fugazmente, que la Argentina era víctima de una campaña perversa sobre los derechos humanos y apagaron el eco, en tal sentido, de la renuncia de Paul Breitner a las selección alemana que debía jugar en la Argentina, o del renunciamiento público de Holanda para que sus futbolistas se sumaran al boicot.Eso también fue posible gracias a la complicidad que los factores de poder tuvieron con el régimen. Fue entonces el tiempo en que Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, realizó su primera visita a la Argentina, "país que tiene un gran futuro a todo nivel", según pregonó. Fue desde el mismo riñon que alumbró la idea de que el gobierno militar invirtiera 500 mil dólares para contratar a la empresa norteamericana Burson-Masteller, con el objeto de contrarrestar la supuesta campaña antiargentina. El régimen no supo de pudores para alcanzar sus propósitos. Agitó todo lo que pudo el fantasma del asesinato de Aldo Moro ejecutado por las Brigadas Rojas, cuyo cadáver apareció en mayo de ese año en un callejón romano, para tratar de establecer simetrías imposibles con lo que ocurría aquí. A la hora de la verdad, el trabajo de la Comisión Nacional de Desaparecidos (CONADEP), que presidió Ernesto Sábato, resultó irrefutable: señaló que de las 9.000 desapariciones comprobadas durante la dictadura, la mayor parte ocurrió entre 1976 y 1979. También durante el Mundial. El campeonato desnudó otro rostro trágico de la dictadura. No el que tuvo que ver con los balances secretos de la organización del torneo, sino el de las luchas sórdidas que signaron su existencia.Especialmente entre el Ejército y la Marina, que arrojaron víctimas como el embajador Héctor Hidalgo Solá o la funcionaria de Cancillería Elena Holmberg.La Junta Militar de Videla, Massera y Agosti había designado al general Omar Actis al frente del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM), una tarea que debería compartir con el almirante Carlos Alberto Lacoste.
Pero Actis no llegó a asumir: el 19 de agosto de 1976 fue asesinado cuando abandonaba su casa de Wilde en un atentado adjudicado a los Montoneros pero que, con los años, los servicios de Inteligencia del Ejército sospecharon que correspondió a un comando de la ESMA. Todas esas historias truculentas, todo el contraste entre dos realidades irreconciliables –la muerte y la euforia- fue el espejo de la época que sirvió para que monseñor Vicente Zaspe inmortalizara la existencia de una "Argentina secreta".Esa que convirtió al Mundial 78 en la entendible fiesta de mucho, pero jamas de todo.

Mas culpa del seleccionado argentino, testimoños ..




Osvaldo Ardiles, reconocería años más tarde: "... Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades, fuimos utilizados como propaganda por parte de los militares, pero también servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle envuelta en una bandera argentina ...".

"El Gran Capitán", Daniel Alberto Passarella, fue otro de los que realizó un análisis de la situación que se vivía en el país en aquel entonces: "... El Mundial del '78 sostuvo el régimen, tapó todo ...".
Otro jugador de aquel seleccionado campeón del mundo, "el pato" Fillol, reconoció: "... Yo personalmente ignoraba todo, como la mayoría de los muchachos. Nosotros nos empezamos a enterar de las cosas que pasaban en el país después del Mundial. No había difusión, porque manejaban todo los militares en ese entonces. Después se fueron destapando algunas cosas hasta que cayó el gobierno, pero no sabíamos nada ...".


Por otro lado, Hugo Orlando Gatti, quien a último momento quedó afuera del seleccionado nacional, declaró: "... Todos los gobiernos usaron al fútbol para tapar la mierda.Los peronistas, los militares y también los radicales. No está mal... Yo lo miro desde mi lado ...". El que no desconocía lo acontecido esos años era César Luis Menotti: "... Sabía de la represión, de la persecución a compañeros... La desaparición de militantes siempre existió. Lo que desconocía de la dictadura ejercida por la Junta Militar era la magnitud y la locura de la represión. Esto lo supe después, cuando se terminó de descubrir todo el desastre ...".

Leopoldo Jacinto Luque, pone especial énfasis en la defensa del plantel: "... Me da bronca que se le quite el mérito a Menotti, porque ni él ni nosotros tuvimos la culpa de que el Mundial se desarrollara en pleno proceso militar... ¿A quién no le hubiera gustado jugar y salir campeón mundial con un gobierno democrático?...El Mundial lo ganaron Menotti y los jugadores, no los militares. Yo tiraba paredes con Kempes y Bertoni, no con la Junta...". Otro de los integrantes del plantel dueño de casa que hizo un "mea culpa", fue Ricardo Julio Villa: "... Asumo mi responsabilidad individual, era un boludo que no veía nada más allá de la pelota.

Lamentablemente, uno se acostumbra a todo. En la concentración teníamos que dejar el auto a cien metros y después nos encontrábamos con dos controles del Ejército que nos palpaban y revisaban los bolsos. A la noche, veíamos a los centinelas y escuchábamos tiros. Nos usaron para tapar las desapariciones de personas que pensaban distinto. Me siento engañado... A nosotros nos daban la pelota, jugábamos y no pensábamos en nada más... por eso es que no me siento partícipe ni cómplice de los militares...y estoy convencido totalmente de que me hubiera gustado luchar para que la Argentina se diera cuenta de lo que pasaba ".

Cuando la pelota se manchó de sangre ..

El triste rol de la pasión más popular en la dictadura de 1976.

Una serie de hechos futbolísticos fue utilizada por el Estado para paliar el impacto del inicio del último proceso militar. Un encuentro de River por la Copa Libertadores, un partido amistoso de la Selección y la ratificación del país como organizador del Mundial sirvieron como excusa para desviar la atención de la cruenta realidad argentina.

"En el estadio vacío el partido está por comenzar. Los jugadores empiezan a sentir cómo baja de las tribunas desiertas el aliento de las hinchadas. Son 30 mil voces que no paran de alentar." (Claudio Morresi, Secretario de Deporte de la Nación, en homenaje a su hermano desaparecido el 23 de abril de 1976)

Los gritos de gol ahogaron los gritos de dolor de los torturados. Los cantos en las gradas silenciaron los alaridos de los desaparecidos. El fútbol fue un instrumento del que se aferró la dictadura que tomó el poder en marzo de 1976 para apartar a la población de la angustiosa verdad. Fue una cortina inmóvil que por momentos empañó la visión del país. En los mismos instantes en que River y la Selección ganaban sus partidos y la Argentina era confirmada como organizadora del Mundial ‘78, el terrorismo de Estado llevaba a cabo el golpe militar más sangriento de la historia argentina.

El desafío más importante de una Nación, el de asegurar la libertad de sus habitantes, se despedazaba por completo ante el brutal accionar de las Fuerzas Armadas.La noche anterior Menos de mil metros separaban el Estadio Monumental del mayor centro de torturas de la dictadura militar, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). El martes 23 de marzo River enfrentó en su cancha a Deportivo Portuguesa de Venezuela por la Copa Libertadores, con transmisión de Canal 7. La alegría de la parcialidad millonaria por los goles de José Omar Reinaldi y el triunfo por 2-1 se mezcló con las sensaciones de un pueblo entero que intuía que algo estaba a punto de suceder. Las maniobras de los jefes militares así lo indicaban. La hediondez que se percibía en el ambiente así lo denotaba. No fue necesario llegar a la medianoche para corroborar los presagios. Cerca de las 23.30, Edgardo Mesa, periodista de Canal 13, comunicó que el gobierno de María Estela Martínez de Perón sería derrocado de un momento a otro. Una hora después, la Presidenta de la Nación abordó un helicóptero con supuesto destino a Olivos, pero fue engañada y finalmente trasladada y detenida en la estancia El Messidor, en Neuquén.Era el principio del fin. El Golpe lo dio River, fue el título con el que un medio gráfico encabezó al día siguiente la crónica del partido. Una asociación que provoca rechazo, un juego de palabras que causa repugnancia, mucho más cerca del cinismo que de la ironía. Además de la manipulación del gobierno ejercida sobre los medios de comunicación y la complicidad de éstos, había que soportar la burla y la
humillación.

El precepto


A pesar de los tibios rayos de sol que acompañaron la mañana del miércoles 24 de marzo, aquel día se erigía como el más negro de la historia argentina. La Junta ya estaba en el poder y tenía el control de la situación. Minutos antes de las 11, los militares prestaron juramento en el edificio Libertador. Poco después, al mismo tiempo que las Fuerzas Armadas se encargaban de esparcir el pánico y recluir multitudes, las gacetillas iban llegando a las radios, diarios y canales. Como primera medida, quedaban suprimidos todos los espectáculos, transmisiones y programas de televisión. No obstante, el locutor oficial, Juan Mentesena, daba a conocer el más llamativo de los comunicados, el número 23: "Se ha exceptuado de la propagación programada para el día de la fecha el partido de fútbol que sostendrán las selecciones de Argentina y Polonia". En la jornada que cambió el rumbo del país, uno de los días más trascendentes del siglo veinte para la Nación, se transmitiría en cadena un partido amistoso de la Selección en Europa. La orden que recibió el periodista Enrique Macaya Márquez, comentarista de aquel encuentro, fue terminante: "Sólo dedicate a decir los nombres de los jugadores".

El pretexto





A 10 mil kilómetros de donde ocurrían los violentos sucesos, en la apacible ciudad polaca de Chorzow, el equipo conducido por César Luis Menotti descansaba para el encuentro. El conjunto argentino se hallaba en medio de una gira por el viejo continente, preparatoria para el Mundial. El sábado 20 de marzo había derrotado a la Unión Soviética en Kiev y, además del partido del día 24, aún le restaban tres compromisos: ante Hungría, en Budapest el sábado 27; frente a Hertha, en Berlín el lunes 29, y contra Sevilla en la ciudad homónima el miércoles 10 de abril. La noticia del golpe cruzó el Atlántico. La Selección recibió la información de boca del relator José María Muñoz, quien se comunicó primeramente con el presidente de la delegación, Pedro Orgambide.




Sus palabras tuvieron toda la intención de aplacar al dirigente: "Por suerte no hay derramamiento de sangre ni desgracias personales”. Las certezas acerca de cómo sucedieron las cosas en Polonia llegan hasta ese instante. Se sabe quién fue el portavoz, pero hay distintas versiones respecto de cuándo los jugadores se enteraron de lo ocurrido, y de cómo reaccionó el grupo ante la noticia. Marcelo Trobbiani, volante de aquel equipo, manifestó hace unos años:




:- "Recuerdo que estábamos en el hotel y faltaban tres o cuatro horas para el partido amistoso contra Polonia. (Mario) Kempes nos contó que en la Argentina había un golpe. Enseguida fue el desconcierto general. No podíamos creer lo que estaba pasando. Analizamos la posibilidad de no jugar pero faltaba muy poco para empezar el partido y ya había gente en la cancha. Después, el Flaco (Menotti) nos reunió y nos pidió que nos tranquilizáramos. Además de la preocupación por el golpe militar también temíamos que hubiera sido violento y que corriera sangre (...) El sentimiento fue horrible durante el trayecto en micro y en el vestuario. Después empezó el partido y hasta que terminó nos olvidamos un poco. Recuerdo que ganamos y que jugamos bien, pero no importaba nada. Ni bien el árbitro pitó el final les preguntamos a los periodistas si tenían alguna novedad y yo pude comunicarme con mi familia".




Uno de los delanteros de aquella Selección, Leopoldo Jacinto Luque, reveló tiempo atrás:
:- "Nos enteramos del golpe recién a la noche, después del partido. Me acuerdo que el Gordo Muñoz nos dio la noticia a la hora de los postres, cuando estábamos todos festejando el triunfo a los gritos. Ganar dos partidos seguidos en Europa para nosotros era algo totalmente inusual (...) La mayoría no estábamos tan metidos en el tema. Yo no soy hipócrita y digo lo que nos pasaba a casi todos ahí: cuando uno es exitoso y le va bien, no mira mucho para los costados".Hay una imagen que coincide tanto en el recuerdo de Trobbiani como en el de Luque: el llanto desconsolado de Mario Alberto Kempes, quien sería la gran figura del Mundial 1978. Más allá de las diferencias, de si los jugadores ingresaron a la cancha con conocimiento del golpe o no y de las sensaciones experimentadas por los futbolistas, el partido se jugó y lo ganó Argentina por 21, con tantos de Héctor Scotta y René Houseman. Al día siguiente, el triunfo de la Selección acompañó en la portada de todos los diarios a la asunción de la Junta Militar



La estrategia

Cuando la noche del deplorable día asomaba, la Junta realizó su primera reunión. El almirante Emilio Eduardo Massera les hizo ver al teniente general y jefe de Estado, Jorge Rafael Videla, y al jefe de la Fuerza Aérea, Orlando Ramón Agosti, la necesidad de confirmar la organización del Campeonato Mundial de Fútbol.

La decisión de la cúpula mayor terminó siendo unánime.

El Mundial se hacía a toda costa. El papel que cumplió Carlos Alberto Lacoste, ministro de Acción Social y hombre fuerte del deporte durante la dictadura, fue clave para que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) recibiera la aprobación del brasileño Joao Havelange, presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), quien por esos días aconsejó con fría inescrupulosidad:- "No se preocupen por la política de Argentina, preocúpense por su fútbol".

El domingo 28 arribó al país una comitiva de la FIFA comandada por el ex SS nazi Hermann Neuberger. Las operaciones avanzaban y las maniobras militares se multiplicaban. Entre los principales procedimientos, se decidió a las pocas horas que las cuentas de la AFA en el Banco Central fueran bloqueadas.

El Mundial tuvo finalmente un presupuesto de 700 millones de dólares, cuando los cálculos financieros realizados tiempo atrás preveían un costo de 100 millones. El primero de los objetivos de la dictadura se había cumplido. La obra más espantosa de la política argentina había conseguido la puesta en escena que deseaba. Eligió los actores, montó la escenografía y escribió el guión.

Lo que se escondía detrás del telón era difícil de ocultar, imposible de callar: 30 mil voces reclamando libertad.

Un osado escribiría un año después:- "El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y los que omiten son calamidades (...) Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio (...) Éstas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".

Ese audaz fue el periodista y escritor Rodolfo Walsh, asesinado el 25 de marzo de 1977, un día después de la difusión de su carta dirigida a la Junta Militar. Llegó demasiado lejos. Había traspasado el telón.

La trama era conocida por pocos; el final, sólo por los creadores.