lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuando la pelota se manchó de sangre ..

El triste rol de la pasión más popular en la dictadura de 1976.

Una serie de hechos futbolísticos fue utilizada por el Estado para paliar el impacto del inicio del último proceso militar. Un encuentro de River por la Copa Libertadores, un partido amistoso de la Selección y la ratificación del país como organizador del Mundial sirvieron como excusa para desviar la atención de la cruenta realidad argentina.

"En el estadio vacío el partido está por comenzar. Los jugadores empiezan a sentir cómo baja de las tribunas desiertas el aliento de las hinchadas. Son 30 mil voces que no paran de alentar." (Claudio Morresi, Secretario de Deporte de la Nación, en homenaje a su hermano desaparecido el 23 de abril de 1976)

Los gritos de gol ahogaron los gritos de dolor de los torturados. Los cantos en las gradas silenciaron los alaridos de los desaparecidos. El fútbol fue un instrumento del que se aferró la dictadura que tomó el poder en marzo de 1976 para apartar a la población de la angustiosa verdad. Fue una cortina inmóvil que por momentos empañó la visión del país. En los mismos instantes en que River y la Selección ganaban sus partidos y la Argentina era confirmada como organizadora del Mundial ‘78, el terrorismo de Estado llevaba a cabo el golpe militar más sangriento de la historia argentina.

El desafío más importante de una Nación, el de asegurar la libertad de sus habitantes, se despedazaba por completo ante el brutal accionar de las Fuerzas Armadas.La noche anterior Menos de mil metros separaban el Estadio Monumental del mayor centro de torturas de la dictadura militar, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). El martes 23 de marzo River enfrentó en su cancha a Deportivo Portuguesa de Venezuela por la Copa Libertadores, con transmisión de Canal 7. La alegría de la parcialidad millonaria por los goles de José Omar Reinaldi y el triunfo por 2-1 se mezcló con las sensaciones de un pueblo entero que intuía que algo estaba a punto de suceder. Las maniobras de los jefes militares así lo indicaban. La hediondez que se percibía en el ambiente así lo denotaba. No fue necesario llegar a la medianoche para corroborar los presagios. Cerca de las 23.30, Edgardo Mesa, periodista de Canal 13, comunicó que el gobierno de María Estela Martínez de Perón sería derrocado de un momento a otro. Una hora después, la Presidenta de la Nación abordó un helicóptero con supuesto destino a Olivos, pero fue engañada y finalmente trasladada y detenida en la estancia El Messidor, en Neuquén.Era el principio del fin. El Golpe lo dio River, fue el título con el que un medio gráfico encabezó al día siguiente la crónica del partido. Una asociación que provoca rechazo, un juego de palabras que causa repugnancia, mucho más cerca del cinismo que de la ironía. Además de la manipulación del gobierno ejercida sobre los medios de comunicación y la complicidad de éstos, había que soportar la burla y la
humillación.