lunes, 17 de noviembre de 2008

La estrategia

Cuando la noche del deplorable día asomaba, la Junta realizó su primera reunión. El almirante Emilio Eduardo Massera les hizo ver al teniente general y jefe de Estado, Jorge Rafael Videla, y al jefe de la Fuerza Aérea, Orlando Ramón Agosti, la necesidad de confirmar la organización del Campeonato Mundial de Fútbol.

La decisión de la cúpula mayor terminó siendo unánime.

El Mundial se hacía a toda costa. El papel que cumplió Carlos Alberto Lacoste, ministro de Acción Social y hombre fuerte del deporte durante la dictadura, fue clave para que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) recibiera la aprobación del brasileño Joao Havelange, presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), quien por esos días aconsejó con fría inescrupulosidad:- "No se preocupen por la política de Argentina, preocúpense por su fútbol".

El domingo 28 arribó al país una comitiva de la FIFA comandada por el ex SS nazi Hermann Neuberger. Las operaciones avanzaban y las maniobras militares se multiplicaban. Entre los principales procedimientos, se decidió a las pocas horas que las cuentas de la AFA en el Banco Central fueran bloqueadas.

El Mundial tuvo finalmente un presupuesto de 700 millones de dólares, cuando los cálculos financieros realizados tiempo atrás preveían un costo de 100 millones. El primero de los objetivos de la dictadura se había cumplido. La obra más espantosa de la política argentina había conseguido la puesta en escena que deseaba. Eligió los actores, montó la escenografía y escribió el guión.

Lo que se escondía detrás del telón era difícil de ocultar, imposible de callar: 30 mil voces reclamando libertad.

Un osado escribiría un año después:- "El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y los que omiten son calamidades (...) Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio (...) Éstas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".

Ese audaz fue el periodista y escritor Rodolfo Walsh, asesinado el 25 de marzo de 1977, un día después de la difusión de su carta dirigida a la Junta Militar. Llegó demasiado lejos. Había traspasado el telón.

La trama era conocida por pocos; el final, sólo por los creadores.